Donación por PayPal

Translate

Seguidores

Sobrenombres o Etiquetas

0

                                    

¿Cómo afectan las etiquetas o sobrenombres?

 

             
“¡Tonto!”, “flojo”, “llorona”, “lento”, “gorda”, “flaco”, “negrita”, “muñe”, “rey”...
 
 

Muchos de nosotros crecimos escuchando estos sobrenombres de boca de quienes más nos amaban: padres, hermanos, tíos, abuelos... Algunos parecían tiernos, hasta graciosos. Otros, en cambio, nos dolían sin que supiéramos muy bien por qué.

Cuando somos niños, no entendemos del todo el poder de las palabras. Pero las palabras sí nos entienden a nosotros: saben quedarse a vivir dentro, alojarse en rincones del alma, y empezar a contarnos historias sobre quiénes somos.

Entre los 3 y los 6 años, los niños están construyendo su autoimagen, esa primera fotografía interna de sí mismos. 

Cada gesto, cada mirada, cada palabra que reciben les ayuda 

—o les impide— formar una idea sana de quiénes son. Y es en esta etapa donde los apodos empiezan a calar, a tomar forma de verdades.

Un simple “eres flojo” repetido muchas veces, puede convertirse en una profecía que el niño carga durante años. Una burla aparentemente inofensiva puede ser la semilla de una inseguridad que brota en silencio. Porque sí, las etiquetas dejan huella. 

Y a veces, esa huella duele más de lo que cualquiera imagina.

Aún hoy, como adultos, muchos recordamos aquel apodo que no elegimos pero que nos marcó. A veces lo recordamos con ternura, otras con vergüenza. Y en algunos casos, con tristeza.

Por eso, como padres, madres, educadores o simplemente como adultos responsables de cuidar a los más pequeños, debemos preguntarnos: ¿Desde dónde y para qué nombramos a los niños?

 

Las etiquetas pueden parecer inocentes, pero cuando se repiten con burla o se cargan de juicio, pueden transformarse en violencia. Y esa violencia, si no se detiene, se vuelve costumbre. 

Se convierte en acoso escolar, en hostigamiento familiar, en maltrato disfrazado de "chiste" o de "cariño".

Nombrar no es un acto neutro. Nombrar es crear. Cada palabra que usamos para referirnos a un niño puede ser una semilla de amor... o una herida que tarda años en cerrar.

Cuidemos el lenguaje con el que construimos la infancia. Porque esas pequeñas palabras, dichas al pasar, son las que, al final, escriben las grandes historias que cada uno lleva por dentro.


 

 

 


cortesía de Freepik

 



 

 

 

 

 

 

 

 


Bertha Marina Abad







Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios