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¿Qué significa realmente ser un "ser social"?

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Una de las preguntas que más me hacen cuando se enteran de que educamos en casa es: ¿y la socialización? Esta inquietud, lejos de ser superficial, me ha llevado a profundizar en una de las cuestiones más fundamentales de la sociología y la filosofía: ¿qué es un ser social?


Según el diccionario, un ser social es aquel que, por naturaleza, necesita relacionarse con otros para desarrollarse plenamente. 

 

Aristóteles ya lo afirmaba en su obra Política: “El hombre es por naturaleza un animal social”. 

 

Esto quiere decir que vivir en sociedad, relacionarnos, comunicarnos y convivir no es un lujo ni una elección, es parte esencial de lo que somos como seres humanos.


Pero ser social no se limita a asistir a una escuela o pertenecer a un grupo. Es algo más profundo: es la forma en que se estructura nuestra subjetividad. 

 

Nuestra manera de pensar, sentir, actuar y vivir está mediada por los otros. De allí surgen instituciones como la familia, la pareja, la economía, la política, la moral y el derecho. Todo lo que nos organiza y nos permite vivir en comunidad nace de esa necesidad de convivir.


Entonces… ¿Todos los que viven en sociedad son sociales?


Esa es la pregunta que surge cuando veo actitudes antisociales: personas que tiran basura en la calle, que rayan paredes, que hacen vandalismo, violentan en manifestaciones o agreden a otros, qué se burlan, roban, mienten y otros actos que perjudican a las personas y a la comunidad.

 

¿Esas personas están socializadas? ¿O simplemente habitan un espacio social sin haber internalizado lo que implica vivir en él?


Y aquí es donde me parece importante cuestionar los estereotipos. Muchos asocian la socialización con asistir a una institución educativa. Pero la primera y más importante escuela de socialización es la familia. Allí aprendemos a hablar, a respetar, a comer, a convivir, compartir, a cuidar el ambiente, a decir “buenos días” a utilizar normas de cortesía, reglas y comportamientos que facilitan la convivencia y demuestran respeto hacia los demás. Allí también aprendemos a respetar a Dios, si es parte de nuestra fe, y al prójimo.


Ser social no es solo estar rodeado de personas. Es tener la capacidad de vivir en comunidad, ser solidarios, de respetar reglas, de actuar con empatía y responsabilidad. Y eso, sinceramente, se puede (y se debe) aprender en cualquier contexto, incluso —y especialmente— en casa.

 

Imágenes de cortesía Freepik

 

Bertha Marina Abad

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